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Lo de que los electrodomésticos tienen eso que llaman 'obsolescencia programada' no es ninguna noticia. Con el paso del tiempo (poco), las máquinas que facilitan las tareas del hogar van perdiendo calidad y cada vez funcionan peor. Hasta que un día, ¡crash!, aquel aliado de casa pasa a convertirse en un problema por lo que se viene encima, que casi siempre se traduce en un gasto para sustituir el aparato. Y a la hora de afrontar esa decisión surge la duda: ¿nos acogemos a un plan renove o apostamos por las energías renovables? Un estudio que la Universidad de País Vasco Vasco acaba de publicar asegura que apostar por lo segundo es la mejor opción en términos de «eficiencia».
De media, los electrodomésticos tienen una vida útil que supera por poco los diez años. Según la Organización de Consumidores y Usuarios, se quedan en torno a los once o doce. Por tanto, cada cierto tiempo, hay que reemplazar nuestras máquinas o bien porque la avería no tiene solución o porque resultaría más caro arreglarla que comprar otra. Sin embargo, todas estas decisiones tienen un impacto en el medioambiente que los investigadores del grupo de Life Cycle Thinking Group y Ekopol de la UPV/EHU han observado al comparar la maquinaría clásica con las opciones que incorporan el uso de energías renovables en su funcionamiento. El documento concluye que el uso de energías renovables en electrodomésticos retrasaría la necesidad de cambio por razones ambientales hasta cumplir cerca de 30 años en uso.
En el estudio, se analizó el funcionamiento durante todo el ciclo de vida de microondas, lavavajillas y lavadora, tres de los productos estrella con la que cuentan la mayor parte de los hogares vizcaínos. Se tomó como referencia desde su fabricación, su uso real y el final de sus días, incluyendo el demantelamiento y posterior reciclaje. «Para los tres casos hemos calculado la eficiencia necesaria que deben de tener los nuevos electrodomésticos para reemplazar a los existentes por razones ambientales de reducción de impactos», señaló Ortzi Akizu-Gardoki, investigador del grupo Life Cycle Thinking Group de la UPV/EHU y uno de los autores del trabajo.
En sí, lo que más contribuye a la contaminación es la utilización de la máquina, como era de esperar. Es por tanto la fase de uso «el principal factor que contribuye a las emisiones de gases de efecto invernadero de los electrodomésticos», destaca Ortzi Akizu. También se observó que las medidas enmarcadas dentro de la Economía Circular «pueden reducir potencialmente las emisiones de gases de efecto invernadero de los electrodomésticos».
En concreto, apuntó que «se pueden conseguir reducciones de las emisiones de CO2 de hasta un 68% para un microondas, un 76% para un lavavajillas y un 61% para una lavadora». «Estas mejoras se obtienen gracias a la combinación de un mix energético renovable durante la fase de uso y una reducción del consumo energético del 10% debido a un uso responsable».
Medidas que alargarían la vida de los electrodomésticos. Solo sería preferible desde el punto de vista medioambiental acogerse a un plan renove para sustituir «un microondas, lavavajillas o lavadora de 'clase A' despues de 24,4, 19,3 y 28,5 años, respectivamente», sentencia. Pero se puede ir más allá, tal como asevera el investigador: «Si la energía consumida durante el uso se reduce en un 10% como resultado de unas pautas de consumo responsables, estos periodos de tiempo se extienden hasta 30,3 26,2 y 33,9 años, respectivamente».
«Todos estos resultados pueden ayudar al sector fabricante, a los responsables políticos y a la ciudadanía a promover modelos de producción y consumo ambientalmente sostenibles», afirmó Ortzi.